lunes, 24 de octubre de 2011

BRAÑAGALLONES 2011.....¡POR LA PATILLA!!

El hombre (homo burrus ) siempre tropieza dos veces en la misma piedra...y a veces más. La ruta propuesta era ya conocida, por su dureza y por su perfil altimétrico (menudo palabro). Y, sin embargo, allí que estábamos en Bezanes, después de un buen madrugón, rodeados de unos cuantos grupos de ciclistas, cada cual a lo suyo, los endureros, los que bajarían desde el Puerto, los que ascenderían a la Braña desde allí mismo, y nosotros, que tomaríamos el camino mas largo y empinado. ¡Vaya!, que parecía un día de mercado. Tras unos minutos de pertreche y compadreo, Pablo Gruñón hace honor a su apellido y latiguea sin compasión a las huestes, que atemorizadas, echan a rodar sin decir esta boca es mía, venía caliente y sanguineo el mozo....
Está fresco, que no frío, y recordamos tiempos pasados, 5 ºC decían los mercurios, que descendiendo hacia Soto de Caso, nos hacen castañetear los dientes. Pero este otoño, todo hay que decirlo, disfrutamos de un clima excelente, y al poco de girar, con los primeros rayos de sol lamiendo nuestras monturas, nos desprendíamos de ropajes gruesos y lucíamos palmito. El grupo era numeroso: docena justa de Pelayos, manita de montañeros del Abz, alpinista y mozalbete incluidos y un trio de independientes, conformaban la expedición. Ya con menos abrigo sobre las carnes, y, tras atravesar Belerda, el pelotón afrontó rápido el ascenso hacía La Gallera, tramo duro, aunque algunos rellanos ayudaban en el esfuerzo.

Aquí la tropa, que acarreaba algún que otro pinchazo, se iba alargando, como suele ser menester en las cuestas y cada uno ocupaba su lugar habitual en el destacamento: Los asfalteros Ramón, Fredo, y Fran, en vanguardia; por detrás, un rosario de ciclistas en tierra de nadie y, al fondo del valle cuidándonos las espaldas, el omnipresente director con su ya famosa reductora metida, acompañado de Blas y su prominencia.
Se sube a buen ritmo, lento y cansino, pero mantenido. Al poco, suena el microlarbi: -“¿…………?”, preguntan por mi, dudo en responder …-“ ¿Siiii?...” … -“ ¿¿tienes patilla de repuesto??...la respuesta todavía tarda mas en salir de mi mochila… -¿siii?”… -“¡BAJA!”, a mi lado, Modesto, que se ha cambiado de equipo y exhibe rojiblanco, se hace el valentón...me apoya:... –“ diles que suban..”, claro que si, me digo, que yo estoy aquí arriba… Un kilómetro después de bajar lo que tanto nos ha costado subir (el bueno de Modesto se apiada de mi...), me encuentro al ceñudo Moya y a un Germán despatillado, el alcahuete del perillas me convence de ceder mi patilla al enlace, vacilo algo, pero el mozo parece de fiar y de buena familia y consiento la unión. No hacen buena pareja (la patilla y el cuadro, Germán tiene buena moza, me aclara Blas), pero puede que aguanten, además, ¿para que necesito yo una patilla? (...).... Arrancamos los últimos pero en poco alcanzamos a las unidades de cola, las rampas no bajan del 20% y los giros retuercen la pista para coger más inclinación todavía. Exceptuando el de la reductora, casi todos echamos pie a tierra ante los pitidos de alarma de los pulsómetros, que se quedan sin cifras. La Majada de La Gallera, que rememora tiempos pasados con su pradera repleta de pollos negros picoteando lombrices, nos recibe a 1.220 m. de altitud, poblada ahora por marrones vacas casinas. De aquí, el descenso hacia Felguerina se hace rápido, en algunos lugares, mas rápido de lo que la razón y los ferodos, malolientes ellos, aconsejan.
Llegando al pueblo, Moya, en cabeza, hace un quiebro y el jinete que le persigue salta por encima de su rueda trasera sin mayores consecuencias. Un breve reencuentro de las cuadrillas, aprovechado por Patricio para darse aire y nos enfrentamos de nuevo a un feroz ascenso, 6 Km duros y sinuosos. Las cadenas y los cambios rechinan, y los Dioses castigan a aquellos osados que pedalean sin cuidar sus monturas: Mulero cae el primero, con la trasmisión rota…hoy es mi día, ahora es Blas el que me increpa… -“ ¿¿TIENES ESLABON DE ENLACE?... -“ ¿Siii?”…dos eslabones de enlace después, y con la cadena tronchada, retomamos la marcha, al final de la procesión de nuevo. Mientras Moya y Mulero suben por las rampas como paseando por El Corte Ingles, yo, Blas ha huido, voy masticando el manillar metro a metro (perra suerte la mía, juntarme con estos dos...)…Cuatro repechones mas tarde es el recio Ramón el castigado, ya me paro solo….. -“¿tienes alicates???” ...(decidido, me hago ermitaño...)...toca abrir la mochila de nuevo. En este tramo existe una prostática fuente donde aprovechamos para rellenar las cantimploras y refrescarnos algo, ya que el sol nos está dando una buena paliza. Los paisajes son de escándalo, y Ruben Patricio tira fotos cual ametralladora alemana. La senda hace un giro a la izquierda a la sombra de una peña y agoniza en dos tortuosos giros con los que se gana el collado de Pandu Bayegu, han sido 800 m de altura ganados a una media de 3-3,5 km/h, las cuentas asustan!!. Nos agrupamos todos y dudamos entre comer allí o seguir hacia Mericueria, pero gana la opción de la majada y nos encaminamos hacia ella.
El camino serpentea a media ladera y se endurece con unos fuertes repechos en su parte final, justo antes de descender por una hollada campera. Aquí nos encontramos a otros esforzados que hacen el camino en sentido contrario, y que envidian nuestra velocidad en descenso. Unas retorcidas curvas, de las de frenar con los dientes apretados y pensando en la familia, dan paso a la bella majada de Mericueria, con su fresca fuente y sus vistas de y sus montañas en la lejanía. Vamos llegando todos, entre rugido de frenos y de estómagos. Surgen los tupper, los bocadillos, las ensaladas y se impone el silencio, solo roto por los sonidos de los rumiantes… -“ Hummmm…ñmmm… déjame probar el pollo …ñamnn…que seco está esto… grrrr, la tortilla es mia, grrrr…” . Rubén, el de las fotos no, el otro, nos obsequia con un café que hace más placentera si cabe nuestra comida. Juan Blas, que se ha zampado hasta el Albal, padece un calambre que intenta solventar el osado Juanjo, recibiendo unos variados improperios del lesionado, los demás nos mantenemos a una distancia prudencial, por si nos cae alguna coz…Solventado el percance, nos espera un corto pero pedregoso ascenso hasta llegar al Hayedo de Redes. Rampas empedradas que nos recuerdan porteos innombrables de fechas cercanas. Acabada la subida, las bajadas, escalonadas ellas, obligan a pasear a todos, menos al samaritano Moya, que, calmadas ya sus ansias de sangre, fluuuye por encima de los pedrolos ante nuestras asombradas narices.
El pedrero termina a los pies del bosque, por el que descendemos, ahora montados, en un suave rasgar de hojarasca, de pronto, un tronco del tamaño del brazo de Popeye asalta mi rueda trasera, clavo el freno temiéndome lo peor, derrapo a la izquierda, a la derecha, controlo, levanto rueda trasera, giro sobre mi eje, me suelto del manillar, hago un 180º…(bueno, vale, que paré…). Una vez en el suelo, comprobamos los destrozos, el cambio está amarrado a un radio, la patilla doblada…no hay problema, tengo patilla de recam…un sudor frio asciende por mis perneras…la patiiiilla!!!. Unos momentos después y tras desmontar desviador y tirar de la patilla entre Huiiiiís y ufffffes de la concurrencia, que parecía aquello una boda, con los piñones intermedios desaparecidos, y un soniquete en la grupa trasera, emprendemos la marcha. Solo restan un par de kilómetros hasta la braña, que se hacen largos por ser casi todos en leve ascenso, pero los parajes nos recompensan, con las bayas de los acebos relucientes al sol. Brañagallones, cuyo nombre también recuerda a esos grandes pollos negros, que solo vemos ya por los documentales, está tan guapa como de costumbre, poblada de vacas y montañeros, y observada desde lo alto por la Peña‘l Viento, la Rapaina y el Cantu’l Oso. Nos hacemos las fotos de rigor y descansamos un poco tirados en la pradera. El descenso de la Braña no es tal, no, es un sube y baja, largo, eso sí, pero de ningún modo cómodo, en cuanto te das cuenta, ya estás otra vez en plato pequeño. En una de las curvas, atemorizados ante la aparición de un Chema desbocado y derrapante, cual psicópata de frenopático, un numeroso grupo de paseantes se sube a un desmonte de forma apresurada, reprendido el joven Mulero, reduce su velocidad durante dos metros…Unas paradas en los miradores para observar el entorno sobre el río Monasterio, encajado allá en lo jondo, y de nuevo en marcha, ahora sí, en franco y rápido descenso hacia Bezanes.
Una vez allí, nos encontramos a un aburrido Morís, que llevaba ya unas cuantas jarras de fría cerveza encima o adentor, a tenor de la sonrisa comodona que esgrimía. El buenazo de Morís, en su afán rodador, no se había dado cuenta del montón de piedras que, a modo de souvenir, le habían endosado en Mericueria sus compañeros de rodada. Ni se había enterado y serían unos diez kilos!!!...o menos...Montañeros, paseantes, jinetes, bicicletas, cervezas y cocacolas, dieron por finalizada la ruta después de más de 8 horas de duración. Tras el descanso, cambio de ropa sudorosa por otra de mejor aspecto, despedidas y cada mochuelo a su olivo, aunque algunas rapaces (aves), sobrevolaron todavía las zonas cercanas en busca de pitanzas frescas.

...y colorin colorado....

BRAÑAGALLONES 2011.....¡POR LA PATILLA!!

El hombre (homo burrus ) siempre tropieza dos veces en la misma piedra...y a veces más. La ruta propuesta era ya conocida, por su dureza y por su perfil altimétrico (menudo palabro). Y, sin embargo, allí que estábamos en Bezanes, después de un buen madrugón, rodeados de unos cuantos grupos de ciclistas, cada cual a lo suyo, los endureros, los que bajarían desde el Puerto, los que ascenderían a la Braña desde allí mismo, y nosotros, que tomaríamos el camino mas largo y empinado. ¡Vaya!, que parecía un día de mercado. Tras unos minutos de pertreche y compadreo, Pablo Gruñón hace honor a su apellido y latiguea sin compasión a las huestes, que atemorizadas, echan a rodar sin decir esta boca es mía, venía caliente y sanguineo el mozo....
Está fresco, que no frío, y recordamos tiempos pasados, 5 ºC decían los mercurios, que descendiendo hacia Soto de Caso, nos hacen castañetear los dientes. Pero este otoño, todo hay que decirlo, disfrutamos de un clima excelente, y al poco de girar, con los primeros rayos de sol lamiendo nuestras monturas, nos desprendíamos de ropajes gruesos y lucíamos palmito. El grupo era numeroso: docena justa de Pelayos, manita de montañeros del Abz, alpinista y mozalbete incluidos y un trio de independientes, conformaban la expedición. Ya con menos abrigo sobre las carnes, y, tras atravesar Belerda, el pelotón afrontó rápido el ascenso hacía La Gallera, tramo duro, aunque algunos rellanos ayudaban en el esfuerzo.
Aquí la tropa, que acarreaba algún que otro pinchazo, se iba alargando, como suele ser menester en las cuestas y cada uno ocupaba su lugar habitual en el destacamento: Los asfalteros Ramón, Fredo, y Fran, en vanguardia; por detrás, un rosario de ciclistas en tierra de nadie y, al fondo del valle cuidándonos las espaldas, el omnipresente director con su ya famosa reductora metida, acompañado de Blas y su prominencia.

martes, 4 de octubre de 2011

VAYA CALÓ PISHA, PILOÑA 2011

Los sollozos del misionero resuenan en el asfixiante pasillo por el que transitan los frailes, surgen de su reseca garganta sin que pueda contenerlos...-“¡¡El infierno Padre!!,. ¡¡El INFIEEERNO!!!"..., gimotea el infeliz religioso tragando saliva a duras penas...... A su lado, caminando con rapidez, hierático en la postura y escuchando atento, el padre Moya resopla tenso; siendo conocido por sus duras amonestaciones, sus silencios son todavía más temidos. –"Cálmate hermano Modesto, cálmate, no sería tan grave....”, la voz, profunda, pero cargada de energía, presagia un estallido de furia arrasadora ...-“¿Acaso fueron tratados con desdén, víctimas de pillaje o abandonados sin comida..?.”...El interpelado, que, aunque flojo de carnes mantiene un espíritu fuerte, respondiole cauto... -"No Padre Moya, todo lo contrario, fuimos tratados con sumo cuidado, bien atendidos y decentemente alimentados, pero no fue ese el causante de nuestras desgracias, sino el Calor, Padre, ese Calor abrasador, que tal parecía que el diablo atizara con aguardiente sus calderas...”... –“Entiendo, pues, que no tendrían motivo alguno para estar en la enfermería, eludiendo así sus labores monacales, por un poco de canícula...”. Un espasmo de angustia cruzó la cara del canoso fraile, que se temía ya la excomunión y el suplicio...Ambos religiosos han llegado ya a las puertas de la enfermería, tras las cuales se oyen tenues lamentos, Fray Moya empujó decidido las dos hojas y penetró en la estancia, que le sorprendió con un fuerte olor a rancio y sudor, seguido por el humilde capellán…-“¡¡Por el Santo Pau!!!"... Dijo, recordando a un mártir de la causa…Ante sus ojos se encontraba la atestada enfermería del convento, a un lado y a otro, oíanse quejidos de angustia y dolor. Al fondo de la sala, atinó a vislumbrar a las monjas Sor Beatriz y Sor Emma, atendiendo como podían a los heridos. Sor Emma con su fuerte carácter, retorciendo extremidades allí y allá, escoltada por el párroco Don Nespral de la Jaca y Sor Beatriz rodeada de interesados postulantes, que iban detrás de ella como abejorros a la miel…. Ambas religiosas no daban abasto repartiendo agua a aquella caterva de sedientos.

Distinguió pronto a un desmadejado Fray Morís, espatarrado sobre una camilla, acompañado del consternado monaguillo Mulero, que aún asumía la pérdida de su montura y, desde entonces, cabalgaba en rocines prestados un día sí y otro también. Iba a preguntar a su auxiliar el motivo de su tristeza cuando una mano recia, rugosa y calluda le agarró el cordón del hábito fuertemente...-“¡¡AGUA...AGUA!!"- decía la súplica…Sorprendido, Moya descubría a un deshidratado y transpirado Ángel V., al que unos morrones en la pierna teñían la fuerte extremidad de oscuro. -"¿Qué le ha pasado?"...-“Fue derribado en el descenso de San Pedro, padre, al intentar ajustar la grupa trasera de su montura, salió despedido de ella”…respondió solicito el ayudante, mientras apartaba la mano mendiga con un firme varazo… la siguiente camilla, aparecía vacía, a la inquisitoria mirada respondió Fray Modesto…-“El hermano Juan Ardura, desgraciadamente no logró finalizar con éxito, padre”.

Un profundo lamento sobresaltó entonces a ambos, girados a la diestra, descubrieron a un lloroso fraile, se trataba del larguirucho y escuálido hermano Guardado, que gimoteaba sin parar…-“¿Y a este???”...pregunto estupefacto el prior...-“Despeñado, Don Pablo, descendiendo El Corralín, pero no llora por él, sino por su joven potra, que a punto estuvo de dejar este mundo, se cuentan por decenas las vueltas que dio la misma sobre la pendiente hasta lograr acomodo, sin embargo, a él apenas le pasó nada, unos coscorrones y un par de astillas clavadas”-“¡¡¡UUUUffffff!!”, terciaba el desdichado. A su vera, reclinado sobre un almohadón el licenciado José Blanco oraba unas jaculatorias en voz baja, mientras reojeaba a las Hermanas. El superior de la orden apenas dio un par de pasos más cuando tropezó con otra camilla…en la misma, yacía el serio y adusto cartujo Del Fierro, bautizado Ramón, que miraba al techo sin ver, los ojos abiertos como escudillas, el informe médico rezaba …-“...abatido de su jamelgo en la zona de La Pereda, todavía no se ha hecho a la idea...”…. El alto misionado se giró hacia el grupo de frailes que le acompañaban, allí, sedientos y macilentos, podía distinguir a los hermanos Rendueles, Marín, Acedo y al ceñudo de la Vara. Este último, con gesto esquivo y torvo, se adelantó del grupo...-“Fue muy duro Padre...las rampas eran excesivas, los descensos peligrosos, las veredas tomadas por zarzas y aligustres y...y...el calor...el calor...” hipo el joven, tirándose hipnótico de la rala perilla. Asintiendo con la cabeza, Fray Moya iniciaba la retirada de la calurosa enfermería, cuando, de repente, unas voces al fondo de la sala llamaron la atención de los frailes…en una de las esquinas, varios celadores, intentaban introducir a un exhausto y acartonado Mancha en una tina de agua fría…-“ Un recalentón Fray Moya, apenas era un pellejo seco cuando lo recogieron...a punto estuvo de no retornar aquí... ” Moviendo la cabeza, el misionero salió del pabellón apesadumbrado por lo que acababa de ver...-“Hermanos, acudan a las cocinas a que les sirvan unas jarras de cerveza que mitiguen su sed y calmen sus espíritus, y consigan algo también para estos pobres infelices...”. Nada mas pronunciar estas palabras, se oyó un gran estruendo, como de camastros cayendo al suelo, que atronó en la cercana enfermería, y todos los dolientes salieron corriendo en camisón por el estrecho pasillo en dirección a las cocinas, hasta las enfermeras sujetaban sus cofias para no perderlas en la carrera...
El feroz místico, arrebató de las temblorosas manos del pasante el cayado que este portaba, y acelerando el paso...

VAYA CALÓ PISHA, PILOÑA 2011

Los sollozos del misionero resuenan en el asfixiante pasillo por el que transitan los frailes, surgen de su reseca garganta sin que pueda contenerlos...-“¡¡El infierno Padre!!,. ¡¡El INFIEEERNO!!!"..., gimotea el infeliz religioso tragando saliva a duras penas...... A su lado, caminando con rapidez, hierático en la postura y escuchando atento, el padre Moya resopla tenso; siendo conocido por sus duras amonestaciones, sus silencios son todavía más temidos. –"Cálmate hermano Modesto, cálmate, no sería tan grave....”, la voz, profunda, pero cargada de energía, presagia un estallido de furia arrasadora ...-“¿Acaso fueron tratados con desdén, víctimas de pillaje o abandonados sin comida..?.”...El interpelado, que, aunque flojo de carnes mantiene un espíritu fuerte, respondiole cauto... -"No Padre Moya, todo lo contrario, fuimos tratados con sumo cuidado, bien atendidos y decentemente alimentados, pero no fue ese el causante de nuestras desgracias, sino el Calor, Padre, ese Calor abrasador, que tal parecía que el diablo atizara con aguardiente sus calderas...”... –“Entiendo, pues, que no tendrían motivo alguno para estar en la enfermería, eludiendo así sus labores monacales, por un poco de canícula...”. Un espasmo de angustia cruzó la cara del canoso fraile, que se temía ya la excomunión y el suplicio...Ambos religiosos han llegado ya a las puertas de la enfermería, tras las cuales se oyen tenues lamentos, Fray Moya empujó decidido las dos hojas y penetró en la estancia, que le sorprendió con un fuerte olor a rancio y sudor, seguido por el humilde capellán…-“¡¡Por el Santo Pau!!!"... Dijo, recordando a un mártir de la causa…Ante sus ojos se encontraba la atestada enfermería del convento, a un lado y a otro, oíanse quejidos de angustia y dolor. Al fondo de la sala, atinó a vislumbrar a las monjas Sor Beatriz y Sor Emma, atendiendo como podían a los heridos. Sor Emma con su fuerte carácter, retorciendo extremidades allí y allá, escoltada por el párroco Don Nespral de la Jaca y Sor Beatriz rodeada de interesados postulantes, que iban detrás de ella como abejorros a la miel…. Ambas religiosas no daban abasto repartiendo agua a aquella caterva de sedientos.

Distinguió pronto a un desmadejado Fray Morís, espatarrado sobre una camilla, acompañado del consternado monaguillo Mulero, que aún asumía la pérdida de su montura y, desde entonces, cabalgaba en rocines prestados un día sí y otro también. Iba a preguntar a su auxiliar el motivo de su tristeza cuando una mano recia, rugosa y calluda le agarró el cordón del hábito fuertemente...-“¡¡AGUA...AGUA!!"- decía la súplica…Sorprendido, Moya descubría a un deshidratado y transpirado Ángel V., al que unos morrones en la pierna teñían la fuerte extremidad de oscuro. -"¿Qué le ha pasado?"...-“Fue derribado en el descenso de San Pedro, padre, al intentar ajustar la grupa trasera de su montura, salió despedido de ella”…respondió solicito el ayudante, mientras apartaba la mano mendiga con un firme varazo… la siguiente camilla, aparecía vacía, a la inquisitoria mirada respondió Fray Modesto…-“El hermano Juan Ardura, desgraciadamente no logró finalizar con éxito, padre”.

Un profundo lamento sobresaltó entonces a ambos, girados a la diestra, descubrieron a un lloroso fraile, se trataba del larguirucho y escuálido hermano Guardado, que gimoteaba sin parar…-“¿Y a este???”...pregunto estupefacto el prior...-“Despeñado, Don Pablo, descendiendo El Corralín, pero no llora por él, sino por su joven potra, que a punto estuvo de dejar este mundo, se cuentan por decenas las vueltas que dio la misma sobre la pendiente hasta lograr acomodo, sin embargo, a él apenas le pasó nada, unos coscorrones y un par de astillas clavadas”-“¡¡¡UUUUffffff!!”, terciaba el desdichado. A su vera, reclinado sobre un almohadón el licenciado José Blanco oraba unas jaculatorias en voz baja, mientras reojeaba a las Hermanas. El superior de la orden apenas dio un par de pasos más cuando tropezó con otra camilla…en la misma, yacía el serio y adusto cartujo Del Fierro, bautizado Ramón, que miraba al techo sin ver, los ojos abiertos como escudillas, el informe médico rezaba …-“...abatido de su jamelgo en la zona de La Pereda, todavía no se ha hecho a la idea...”…. El alto misionado se giró hacia el grupo de frailes que le acompañaban, allí, sedientos y macilentos, podía distinguir a los hermanos Rendueles, Marín, Acedo y al ceñudo de la Vara. Este último, con gesto esquivo y torvo, se adelantó del grupo...-“Fue muy duro Padre...las rampas eran excesivas, los descensos peligrosos, las veredas tomadas por zarzas y aligustres y...y...el calor...el calor...” hipo el joven, tirándose hipnótico de la rala perilla. Asintiendo con la cabeza, Fray Moya iniciaba la retirada de la calurosa enfermería, cuando, de repente, unas voces al fondo de la sala llamaron la atención de los frailes…en una de las esquinas, varios celadores, intentaban introducir a un exhausto y acartonado Mancha en una tina de agua fría…-“ Un recalentón Fray Moya, apenas era un pellejo seco cuando lo recogieron...a punto estuvo de no retornar aquí... ” Moviendo la cabeza, el misionero salió del pabellón apesadumbrado por lo que acababa de ver...-“Hermanos, acudan a las cocinas a que les sirvan unas jarras de cerveza que mitiguen su sed y calmen sus espíritus, y consigan algo también para estos pobres infelices...”. Nada mas pronunciar estas palabras, se oyó un gran estruendo, como de camastros cayendo al suelo, que atronó en la cercana enfermería, y todos los dolientes salieron corriendo en camisón por el estrecho pasillo en dirección a las cocinas, hasta las enfermeras sujetaban sus cofias para no perderlas en la carrera...
El feroz místico, arrebató de las temblorosas manos del pasante el cayado que este portaba, y acelerando el paso...